Fusilamiento del reo Domingo Díaz: Autores, Alumnos del taller de Lectoescritura de la Bibliotena Municipal de la Ilustre Municipalidad de Río Bueno.
Domingo Díaz, fue el primer fusilado en la ciudad de La Unión, que, allá por el año 1899, tenía el nombre de “Villa La Unión”, y que contaba con pocas calles ripiadas y otras solo de tierra.
Según testimonios que corrían de boca en boca, Díaz tomaba la pensión en casa de un matrimonio sin hijos, junto a otro individuo. Este otro individuo tenía relaciones con la esposa del dueño de casa. La mujer y su amante planearon la muerte del esposo. Consumado el hecho, decidieron hacer desaparecer el cadáver, el que fue encontrado a los pocos días, ensacado y oculto en unos matorrales cercanos. La mujer, anticipándose a la investigación, denunció el hecho a la policía, culpando a Díaz del crimen. El juez, al entrar en sospechas por algunas contradicciones en las declaraciones de la esposa, ordenó su incomunicación junto al cadáver de su esposo asesinado durante tres días, pero la mujer se mantuvo inalterable en su primera declaración para favorecer a su amante.
Tras un corto proceso, Diaz fue condenado a ser fusilado.
El día del fusilamiento fue llevado al patíbulo engrillado de pies y manos por las calles pedregosas y desniveladas confesando a gritos y llantos que era inocente. En el trayecto se desmayó varias veces debiendo ser auxiliado por algunos que seguían la triste caravana. A la distancia lo seguía su madre llorando, ayudada por algunas mujeres, por el triste destino de su hijo que inocentemente iba a ser ajusticiado.
Cuando faltaban pocos metros para llegar al patíbulo, debió ser llevado en andas para ponerlo en el fatídico lugar de la ejecución ante la severa y adusta mirada de los fusileros, atrás, su madre desesperada gritaba y lloraba alzando sus brazos al cielo para rogar por su hijo que iba a morir.
¿Pudo ser este un crimen perfecto que llevó a un hombre inocente a la muerte sin ser el verdadero asesino?
El sitio del ajusticiamiento estaba al final de calle Angamos, al norte del pueblo, lugar de agreste vegetación y alejado de lugares habitados de esa época.
Este trágico hecho provocó gran impacto emocional en la naciente y tranquila “Villa La Unión”. Más tarde, el cadáver del infortunado joven fue entregado a su madre para darle cristiana sepultura.
El recuerdo de los amantes diabólicos fue relegado con justicia a las páginas grises del olvido, pero, con el paso inexorable de los años, estos lamentables sucesos, hoy forman parte del imaginario colectivo y del patrimonio cultural inmaterial.
